¡Bienvenidos a nuestro Blog!

Somos un blog dedicado a la literatura Canaria, formado por los alumnos de Segundo de Bachillerato del I.E.S San Miguel, situado en San Miguel de Abona, Tenerife.
En este espacio nos gustaría compartir experiencias, creaciones y todo lo relacionado con nuestra cultura canaria.
Esperamos disfrutar de este nuevo curso 2014/2015...
¡Saludos desde el archipiélago canario!

jueves, 23 de octubre de 2014

"La malcasada del IES San Miguel"

Últimamente hemos estado tratando el tema de los romanceros en clase; asimismo, ¿y por qué no?, hemos modificado e interpretado "La Malcasada" a nuestro gusto. Una actividad que os recomendamos para expandir vuestra creatividad.
Aquí tenemos dos ejemplos, ganadores por votación del resto de la clase, de las mejores versiones.
¡Gracias a todos por participar! Increíbles resultados.

(Por problemas de audio recomendamos escucharlo con auriculares. Sentimos las molestias)
 
~Larisa García Almenara y Paloma González Pereira~
2° de Bachillerato
 

martes, 14 de octubre de 2014

Leyendas canarias ~La Montaña Roja~

 
Sobre Granadilla, ascendiendo suavemente desde la playa, con el mar
como base, se eleva en figura de cono truncado por un cráter volcánico.
La extraña Montaña Roja, de curiosa leyenda.
De la mitad superior hasta el cráter, la tierra de aquel cono de lava es roja,
muy roja. Un carmín vivísimo tiñe su superfície, un extraño púrpura entinta sus
rápidas vertientes.
Cuando el sol de la mañana la alumbra dijérase que un influjo volcánico la
enrojeció de fuego; cuando el sol del medio día la ilumina, creyérase que un
gigante rubí muestra sus reflejos purpúreos; cuando, al atardecer, se tiende
cansado sobre la montaña, pensárase que un coágulo de sangre se eleva sobre la
mar inmensa.
Y dice la leyenda guanche...
***
Vaguá era el guanche más valiente que habitaba en Tinerfe. Nausú era el
más sentimental: un poeta que no sabía de estrofas, ni de versos. Un adivino del
amor. Ivna era la hembra grosera, sin delicadezas ni dulzuras. La mujer sin
belleza espiritual ni física, incapaz de inspirar pasiones a los hombres.
Vivían juntos, eran hermanos.
Y fue una tarde de otoño, cuando el viento comenzó a zumbar
lúgubremente, cuando la lluvia cayó a torrentes y los profundos barrancos de
Nivaria corrieron copiosos y arrastraron con sus aguas el ganado, las plantas y
los hombres...
El mar se encrespó. Sobre las escarpadas costas batieron las olas con
violencia y sobre el negro roquedal de la playa el agua produjo un ruido seco,
como una explosión satánica.
Los guanches refugiáronse en sus cuevas y postrados de hinojos, besaron
la tierra, implorando la protección del cielo, la misericordia de Dios...
Ivna, Nausú y Vaguá, abrazados en la miserable covacha, musitaban sus
salvajes oraciones, trémulos de terror ante la hecatombe que se avecinaba.
Pedían clemencia al viejo Echeide, al coloso volcán, que era su Dios.
Toda la noche vibró la voz siniestra del huracán, que arrancaba de cuajo
los grandes árboles seculares y estremecía el suelo con sacudidas de titán
Cuando las nubes se corrieron, dejando un cielo azul, hermoso e
inmaculado; cuando las aguas de los barrancos decrecieron, cuando el mar
aplacó sus furias y como rendido de sus esfuerzos por destruir la tierra, quedó en
calma, casi sin mover la superficie de sus aguas, transparente y limpio, como el
cielo; cuando la naturaleza brindaba vida a los mortales y el sol lo calentaba
todo, comenzó otra tormenta, una tormenta trágica y sombría, entre dos almas
salvajes, entre dos espíritus rudos, ciegos de superstición y de bárbaras
creencias.
Una atrevida carabela cruzó frente a Tinerfe, cuando el violento huracán
arrasaba la tierra. La débil nave se defendió de las inclemencias del temporal,
pero el viento quebró sus palos, el agua inundó su seno y un rayo quemó sus
maderas y sumergióla en el fondo del Atlántico...
Era la carabela Texis, a bordo de la cual navegaba una princesa india y su
enamorado señor, muy viejo, pero más celoso que anciano; rico, pero más cruel
que adinerado y poderoso.
Cuando la Texis se incendió el viejo príncipe indio, que bien sujeto por
dos de sus criados, contemplaba desde la cubierta del buque el encrespado mar,
mandó que lo soltaran y se internó en el interior de la carabela, desapareciendo
en la cámara donde la princesita de cabellos rubios y de ojos verdes yacía sin
sentido por efectos del horror y el miedo a la muerte...
El príncipe volvió a cubierta. Llevaba entre sus brazos un precioso cofre
de ébano, en cuya rica madera se incrustaban variadas piedras preciosas de mil
colores. Cerrólo fuertemente y se arrojó al agua, siempre abrazado a él.
Poco después de hundirse en el mar, se hundía, también, la Texis, dejando
tras de si, tan sólo una espesa nube de humo...

Vaguá, Nausú e Ivna, trepados sobre una roca de la playa, contemplaban
los restos del naufragio.
Ivna fué la primera que habló.
—Hermanos, mirad al fondo del mar. ¿No veis que cosa más hermosa,
cómo brilla?
—Es verdad— asintieron Nausú y Vaguá mirando atentamente.
La superficie tranquila del mar lo hacía transparente, y como a través de
un fino cristal podían distinguirse todos los objetos que se hallaban en el fondo.
Nausú se decidió.
—Yo iré— dijo.
—Detente, iré ye— objetó su hermano.
Y Vaguá, él más diestro, se lanzó al agua, sumergióse rápidamente y
reapareció pronto trayendo entre sus brazos un precioso cofre de ébano
incrustado de oro, plata y pedrerías...
Ya en la playa, se sentó en la arena e intentó abrirlo con sus manazas de
hierro; pero la tapa no cedía.
—Vaguá... Espera— gritaban sus hermanos, mientras se acercaban al
tesoro hallado.
Cuando Nausú e Ivna llegaron cerca de Vaguá; éste interrogó ceñudo.
—¿Qué queréis?
—Eso, que es mío— respondió Ivna. —Lo he visto yo antes que nadie,
me pertenece.
—Es mío— objetó Vaguá. —He sido yo quien lo sacó del fondo.
—Es de todos— replicó el poeta. —Por que nadie nos lo ha dado y los
tres somos hermanos.
—Pues será mío siempre.
—Será mío.
—Será de quien le toque en suerte— propuso Nausú. —Acordaos de la
tormenta pasada. Acordaos que llamasteis mucho a Dios y que si Echeide
quisiera, otra mayor arrasaría la tierra. Hay que temerle, no seáis malos. Sortead
ese tesoro, para que tenga un amo, pero que sea de todos, que todos podamos
recrearnos en él....
Tres piedras de igual tamaño tomaron del suelo de la playa. Con otra
piedra afilada hicieron a cada una un signo diferente y después de agitarlas un
instante, dejaron caer al suelo una de ellas.
Cayó la de Vaguá, suyo era e1 preciado tesoro.
La hermana no pudo contener su envidia, pero se resignó.
El poeta despreció el tesoro y se sonrió franca y alegremente.
Alrededor del afortunado agrupáronse ambos.
Con un trozo de palo hicieron palanca en la tapa de la artística caja y esta
se abrió súbitamente.
Muchos amarillosos pergaminos cubrían su parte superior. Los guanches
posaron cuellos sus ojos e ignorantes de lo que dirían aquellos signos, aquellas
letras que en los papiros estaban escritas, los arrojaron al viento. De pronto, un
grito de sorpresa se escapó de todas las bocas.
La diestra de Vaguá aprisionaba entre sus dedos unos hermosos cabellos
rubios que nacían de una preciosa cabeza de mujer.
Era de la princesa india.
Estaba muy pálida, muy pálida, pero sonreía, parecía vivir. Sus ojos
estaban entornados y su cuello, tronchado por salvaje cuchillo, era como el
marfil, de una blancura deslumbrante.
Al percatarse Vaguá de lo que había tomado en su mano, hizo ademán de
arrojarlo al mar...
—Espera— le detuvo Nausú. —Esa cabeza debe ser enterrada en el ataud
que la trajo a estas playas, en su ataud... Dámelo, hermano.
El salvaje poeta, que nada sabía de estrofas, ni de versos, había —¡extraña
aberración!— experimentado en su alma la sacudida de una absurda e
inverosímil pasión.
Pidió el cofre con la cabeza: el cofre no lo apetecía; no quería la riqueza
de la vida, aspiraba a la belleza de la muerta, mas temía confesar su loco amor.
Pero cuando sus hermanos se lo negaron, entonces olvidó sus temores y
suplicó con ahínco la hermosa cabeza de la princesa india.
Ya no le importaba rebelarlo todo... ya no temía decirlo... Lo diría.
—Dádmela, hermanos, Esa cabeza es mía, mía sola. Yo la amo...
La hembra horrible, que no sabía de amores, sintió la envidia nacer en su
alma.
—No, Vaguá no se la des. Arrójala al mar... Está loco, ¿No ves?... Está
loco...
—Dádmela, dádmela, por ese viejo Echeide... Mirad que os amenaza.
Acordaos de la tormenta...
—No, loco. ¿No ves que es de una muerta? Teme a Dios, Eres tú quien
debes de temer al viejo Echeide...
Una nube cegó los ojos y la conciencia del poeta cuando vió que su
hermano, asiendo la cabeza de la princesa india por los cabellos, la volteó en el
aire, con idea de lanzarla al mar... La locura se apoderó de él y saltando sobre
Vaguá, con una enorme piedra en la mano, lo golpeó bárbaramente. Vaguá cayó
al suelo desplomado mientras Ivna huía horrorizada.
Nausú se inclinó a su hermano, le arrancó de las manos la cabeza de la
muerta princesa y encerrándola nuevamente en el cofre, corrió hacia una cónica
montaña que se elevaba desde la playa aquella.
En la misma cumbre depositó el preciado tesoro. Bajó después jadeante a
la playa, cargó a sus hombros el cuerpo de Vaguá y volvió a la cumbre. Pero
cuando el cuerpo de Vaguá descansó en tierra, un chorro cálido de sangre salió
de su cabeza destrozada, rodando, como si fuera lava, por la cónica montaña. El
cuerpo de Vaguá desapareció y un cráter enorme se abrió en la cumbre por cuyo
hueco brotaba sin cesar sangre que teñía de rojo la tierra.
Nausú huyó despavorido, siempre cargando su tesoro. Llegó hasta la
playa. Pero la sangre, tenaz, le perseguía.
Abrió el cofre, y asiendo entre sus manos la cabeza de la princesa, la besó
ansiosamente en la boca que sonreía, mientras la ola encendida lo sepultaba
lentamente.
***
Cuentan los magos del Sur que cuando el mar está tranquilo y las aguas
cristalinas, se distingue desde la cumbre de la Montaña Roja, un precioso cofre
de ébano y piedras preciosas en cuyo seno descansa una pálida cabeza de
mujer...
 
~Escrito por Romualdo García de Paredes un 26 de Octubre de 1919~
 
Paloma González Pereira
2° de Bachillerato

lunes, 6 de octubre de 2014

endecha canaria

para cantarte vida , el ensueño  de mi mente
traigo aqui estas endechas embriagadas de pasión,
para que sepas amada, lo que mi alma por ti siente
vengo aquí con este enfermo corazón

yo no sé si este cariño
que se oculta aquí en mi pecho
dejarás que ya desecho
ponga fin a mi vivir

pero creo que tus nobles
sentimientos quitarán
esta duda que hoy me mata
y arrebata mi existir .

kevin domínguez navarro

martes, 30 de septiembre de 2014

Endecha canaria

"Forastero en tierra ajena, 
por bien que le vaya pena.

Cuando de mí falten penas 
faltará del mar arena."


-Larisa García Almenara.

lunes, 29 de septiembre de 2014


Ana Sánchez, Ana Sánchez,
flor del valle del gran Rey,
deseo tengo de cogerte,
mas más saudad tengo de verte,
flor del valle del vallete,
flor del valle del gran Rey.
                         
                                      - Goretti Teti y Sandra Afonso 

Endecha 

¡Sed bienvenidos! Mataron a nuestra madre

esta gente forastera. Mas ya que estamos reunidos

hermano, me quiero casar, ya que estamos perdidos.


Brian Méndez Cano

sábado, 27 de septiembre de 2014

Endecha más actual

De la mar larga me quiero quejar,
pues dio largura para mi navegar,
que fue principio de todo mi mal.

Tal es mi corazón en el pesar
como la peña en medio del mar,
que una ola le viene y otra le va.

                                                           Natalia Herrera